Por estos días, luego de la conmoción que causó la confirmación por parte de la CSJ de la condena a 6 años de prisión a CFK, se recuerda aquel amargo 24 de marzo de 1976, cuando las FF.AA. dieron un golpe de Estado trágico para la sociedad toda y que envió a prisión a la primer Presidenta peronista de la historia.
Si bien hay una diferencia no menor, Cristina fue electa y no una, dos veces, en cambio Isabel (Maria Estela Martínez) era vice de Perón, en las triunfantes elecciones del 12 de octubre de 1973.
A la muerte del General el 1 de julio de 1974, le tocó asumir la magistratura, una mujer que no estaba preparada para dicha tarea, en un país acosado por la violencia de las izquierdas y derechas y con graves problemas económicos.

Así es cómo finalmente, a pesar de los intentos de adelantar las elecciones, los militares derrocaron nuevamente a un gobierno constitucional.
Ese mismo día la trasladaron, engañada, a través de un helicóptero Sikorsky S 58DT de la Fuerza Aérea, desde la terraza de la Casa Rosada hacia el área militar del Aeroparque Newbery, donde intentaron que firme un documento explicando que renunciaba por motivos de salud y que delegaba el poder en los mitares, a cambio de permitirle irse a Madrid, pero se negó.
Desde ahí fue enviada en un avión Fokker F 27 al sur y luego en automóvil a la residencia El Messidor, en la Provincia de Neuquén, permaneció 7 meses y fue procesada (y más tarde condenada), por desvíos (y gastos) de fondos públicos a cuentas personales.

Luego estuvo en una base naval en Azul, para terminar en octubre de 1978 en la quinta de San Vicente, herencia de Perón, fueron cinco años con 3 meses y once dias presa, por momentos duros, de acoso psicológico (encerrada en una habitación tapiada, con depresión y hasta un intento de suicidio), hasta su liberación y exilio en España en julio de 1981.
Por supuesto las comparaciones con Cristina son imposibles, ejemplo, a Isabel la acompañaron en su cautiverio la mucama andaluza Rosarito y un par de caniches, en cambio a la líder del PJ la acompañaran decenas de miles de militantes, pero, es paradójico que, una vez más, una Presidenta intrínsecamente ligada al peronismo, vuelve a caer en el oprobio.
Quizás el politólogo norteamericano Francis Fukuyama tuviera razón y la historia ha terminado, y lo que vivimos en Argentina, desde hace décadas, es un loop eterno.
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